preescolar

 

Por: Siobhan Bowers

 

Cuando Rudolf Steiner fundó la primera escuela Waldorf en Alemania, en 1919, introdujo la clase principal, una de las características más sobresalientes de la educación Waldorf. En ella se aprenden y trabajan a fondo las principales materias: lengua, matemáticas, ciencia, historia, geografía. Cada materia se estudia durante tres o cuatro semanas, en bloques o épocas, lo cual permite al maestro abarcar el contenido curricular de manera intensiva. Los alumnos se ven inmersos en el tema y tienen la oportunidad de estudiarlo a fondo. Luego lo dejan “dormir” y regresan a él dos o tres meses después con más madurez y mejor entendimiento, pues el conocimiento necesita tiempo para enraizar, crecer y dar fruto. La clase principal dura alrededor de dos horas y siempre se imparte en la mañana, cuando los niños están descansados y alertas, ya que en la medida en que transcurre el día escolar el niño recibe más y más estímulos que lo llegan a “saturar.”

La enseñanza Waldorf siempre empieza con la unidad, con lo entero, y progresa hacia las partes o componentes, de lo concreto hacia lo abstracto. Esta actitud holística relaciona las materias entre sí y los niños llegan a percibir la unidad del mundo en lugar de estudiarlo de manera fragmentada. Se valora el proceso de aprendizaje, no sólo el producto, y se busca que el niño aproveche y disfrute el viaje en lugar de enfocarse únicamente en el destino. El enfoque Waldorf se centra en el niño y busca integrarlo a los ritmos naturales del día y del año, por lo que la clase principal también incorpora elementos que reflejan el mundo natural y sus cambios. Además, está conectada con los festivales celebrados en las escuelas Waldorf.

Siempre se busca alcanzar el equilibrio adecuado entre el desarrollo físico, intelectual y emocional, entre las manos, la cabeza y el corazón, y la clase principal es un vivo ejemplo de esto. Rudolf Steiner habla en numerosas ocasiones de el arte de enseñar. Así, al planear su clase, el maestro Waldorf acepa el reto de crear una verdadera obra de arte, de integrar equilibradamente la voluntad, el pensamiento y el sentimiento, de tal manera que el aprendizaje del niño sea significativo, memorable y placentero. Las materias se presentan de muchas maneras, como juegos rítmicos, versos, recitación, narraciones, movimiento, pintura y redacciones. En el ritmo semanal, los nuevos conocimientos se trabajan dentro de un ritmo de tres días:

 

  • Día uno: vivir la experiencia a través de la narración (sentimiento)
  • Día dos: recordar, recapitular, reconstruir (pensamiento)
  • Día tres: trabajar lo aprendido (voluntad)

Este ritmo obedece a la importancia de dejar descansar el nuevo conocimiento durante la noche, de dejarlo verdaderamente cuajar dentro del niño para que pase a formar parte de él. ¿Cuántas veces nos hemos ido a dormir con un problema cuya solución no logramos vislumbrar, y despertamos a la mañana siguiente sabiendo cómo debemos proceder? Esta “meditación al dormir” es la que ayuda al niño a verdadera y profundamente hacer suya la información, que se convierte en conocimiento y, a la larga, en sabiduría.

La clase principal representa la parte pensante del día escolar; en ella se introduce todo el nuevo material intelectual de manera imaginativa, y se desarrollan la memoria y las formas de pensamiento lógico, analítico y crítico. El maestro busca representar conocimientos y conceptos mediante imágenes artísticamente creadas o narradas, que el niño recrea internamente (es decir, imagina) y que resuenan en su alma.

Las clases de arte, música, teatro e idiomas son la parte de sentimiento y las clases de actividad física y de arte manual representan la sección volitiva del día escolar.

A su vez, dentro de la clase principal también impera un equilibrio propio y un ritmo de contención y expansión, como la respiración. Cada día es un día nuevo, lleno de posibilidades. Los primeros quince minutos son muy importantes y marcan cómo seguirá el resto de la clase principal ¡o incluso el resto del día! El maestro debe crear, escoger y presentar las actividades que permitan a los niños estar verdaderamente presentes en cuerpo, mente y alma, dispuestos y abiertos a aprender.

  • La clase comienza con una sección rítmica para armonizar a todos los niños y despertar sus sentidos. En esta sección rítmica se recitan versos, se cantan canciones, se hacen ejercicios de coordinación, lateralidad y destreza, se memorizan las tablas de multiplicar, se hace aritmética mental o se practican trabalenguas. También se puede tocar la flauta.
  • A continuación, el maestro lleva a los niños a recordar lo aprendido el día anterior, a secuenciar y clarificar los conocimientos ya conocidos.
  • Después los niños reciben el nuevo material de este día, presentado por el maestro mediante caracterizaciones y descripciones o dibujos llenos de detalles que apelen a la vida anímica del niño.
  • Trabajan lo aprendido hace dos días en su libro de clase principal o por medio de un dibujo o una pintura, o modelando, ejercitando así su voluntad para “capturar” lo que ahora ya saben.
  • La clase principal cierra con un cuento o narración que, dependiendo del bloque que se está estudiando, puede o no estar relacionado con lo que están aprendiendo. Dicho cuento o narración permite a los niños entrar en un estado de casi ensoñación, donde imaginan y se relacionan de manera personal con los personajes del cuento a acontecimiento histórico. Vale aclarar que el currículo tiene como espina dorsal o hilo conductor una serie de narraciones que abarca todos los grados (de primero a octavo) y que van desde la sabiduría arquetípica de los cuentos de hadas hasta las hazañas de los grandes, pasando por las cualidades humanas de las fábulas, los mitos y sucesos hebreros, nórdicos, hindúes, persas, egipcios, griegos, romanos, del Renacimiento y las revoluciones.

Las escuelas Waldorf no utilizan libros de texto para impulsar el aprendizaje, más bien los propios alumnos van creando en su libro de clase principal sus propios libros de texto. El maestro desarrolla en los niños un sentido estético; el énfasis no está en hacer mucho, sino hacerlo bien, por lo que los alumnos verdaderamente se esfuerzan y se retan a hacer el trabajo lo mejor posible. Es en estos cuadernos de formato grande y papel de buena calidad donde el alumno puede escribir sus redacciones, cuentos, poemas, informes e investigaciones y acompañarlos con ilustraciones y diagramas detallados, creando así un archivo de su propio aprendizaje.

Fuente: Al Alba, revista sobre educación Waldorf. Año 5, número 1 – Otoño 2011