por Laurie Clark
Lo que despierta en el ser humano en un momento de dificultad es la predisposición a entrar en contacto con el mundo espiritual, la guía invisible en el propio destino.
Orland Bishop
A medida que transcurren los meses y se acerca la posibilidad de reabrir nuestras escuelas, ¿qué es lo que realmente se necesita? Están los aspectos prácticos referentes a cumplir con los lineamientos de las autoridades educativa y sanitaria, pero, ¿qué necesitarán esencialmente nuestros alumnos?, ahora que han experimentado el aislamiento, la lejanía de sus amigos y enfrentan un cambio dramático en el mundo respecto de como lo han conocido. ¿Cuáles son los gestos sanadores con que los maestros pueden dar seguridad y protección a sus alumnos?, una vez que regresemos a las aulas.
El destino cultural y biográfico que todos vivimos en estos momentos de pandemia nos llama a despertar en nosotros capacidades internas fortalecidas, que nos permitan hacer frente a esta situación sin precedentes. A veces pareciera imposible encontrar el camino y, sin embargo, atravesar lo desconocido es la única opción. ¿Cómo podemos aprender a vivir con tanta incertidumbre? No es que hayamos perdido el sentido de la certidumbre; más bien hemos perdido la ilusión de vivir en ella; en realidad y para empezar, nunca fue así. No sabemos lo que nos depara el futuro. Tenemos que admitir nuestra vulnerabilidad. Cierra los ojos y siente la incertidumbre. Haz las paces con ella.
Los niños que volverán a nuestro cuidado después del confinamiento necesitarán que los maestros les proporcionen una atmósfera interior que sea reparadora.
En una conferencia titulada "Fe, amor y esperanza", Rudolf Steiner nos ruega abrazar y dejarnos impregnar por la "esperanza espiritual". Steiner continúa diciendo: "Las fuerzas de la esperanza son vivificantes y traen confianza en el futuro. No podemos dar un solo paso en la vida sin la fuerza de la esperanza. De hecho, no sabemos nada sobre el día siguiente, incluso si estaremos vivos o no. Sabemos sobre el futuro tanto como necesitamos saber. La vida en el mundo físico sería imposible si los sucesos futuros no estuvieran precedidos por la esperanza. ¿Quién sembraría semilla alguna si no tuviera idea de lo que devendrá?
La esperanza contrarresta la incertidumbre y constituye un poderoso antídoto para el desánimo. Nos anima a dar pasos hacia el futuro, sabiendo que quizá nuestros planes necesiten ser cambiados completamente antes de que lleguemos a donde pensamos que vamos. En estos momentos, necesitamos flexibilidad y adaptabilidad. Imbuir el alma de "esperanza espiritual" proporciona un gesto interior de sanación y será un regalo para los niños y jóvenes cuando regresemos a los salones de clase después de esta larga ausencia. Nos da la posibilidad de enfrentar con valentía las circunstancias desconocidas que el futuro nos traiga en un momento dado.
La "esperanza espiritual" puede ser infundida mediante los consejos que Henning Köhler da para trabajar con niños que han experimentado ansiedad, trauma e incertidumbre: atención protectora, interés que acompaña y confianza que conforta.
La atención protectora implica que los maestros sean creativos en su comprensión, y con profunda devoción y reverencia "escuchen" lo que cada niño está necesitando; en este gesto, el adulto mantiene su atención en alerta y en calma, sin hablar mucho del tema con los niños. Este tipo de escucha abraza a los niños y los hace sentirse sostenidos y apoyados.
El interés que acompaña implica estar ahí para el niño, a su lado, pacientemente y con una actitud de espera. El trauma y la ansiedad no desaparecerán de inmediato, pero acompañar al niño transmite el mensaje de estar profundamente interesado e involucrado. Le dará al niño el regalo del tiempo, sin que se sienta presionado a superar su propia crisis o a cambiar. El gesto del interés que acompaña es sutil, pero poderoso, y sigue el proceso de desarrollo del niño sin exigir resultados.
La confianza que conforta es quizá el más importante de todos. Las emociones que el niño o joven lleva consigo deben ser recibidas por el maestro con empatía y confirmación. Podemos generar alivio y confianza mediante todo aquello que sabemos hacer: establecer un ritmo sólido y predecible, dar comida nutritiva, actividades hogareñas y tiempo en la naturaleza. Todo ello crea seguridad y bienestar. En estos tiempos, simplificar y reducir las transiciones podría ser útil. Sin embargo, por encima de todo: la mejor forma de reestablecer la confianza es pidiendo ayuda al ángel del niño. Esta es la llave que abre la puerta al verdadero consuelo y hará germinar la más profunda confianza entre el niño y el maestro.
Henning Köhler describe la sanación no como "la eliminación de la enfermedad, sino como la guía hacia lo esencial". Sanar significa dar esperanza; dar esperanza significa tener esperanza. Cuando alguien piensa en otra persona con esperanza, la está pensando amorosamente.
La esperanza espiritual trae la fuerza de ánimo que se necesita en estos tiempos. Llevar la esperanza en acitud de ofrenda hacia los niños allanará el camino hacia el futuro, sin importar qué nos depare.
Texto adaptado del original de Laurie Clark, Hope, a tonic for the future, publicado en la revista Gateways, boletín de la Waldorf Early Childhood Associatión of North America. Número 79, otoño 2020.
Para Catherine Steiner, autora de The Big Disconnect: Protecting Childhoood and Family Relationships in the Digital Age, una familia sustentable desarrolla una relación con la tecnología sin perder de vista la prioridad de proteger y cultivar las relaciones familiares:
- Reconoce la presencia generalizada de la tecnología digital en el mundo actual y desarrolla una filosofía familiar sobre cómo usarla que refleja y se sustenta en los valores familiares y en su bienestar. Tiene sus propias formas de divertirse, pasar el rato y desconectarse de la tecnología.
- Procura el juego y juega junta.
- Nutre la conexión con sentido y la conversación reflexiva que comparte sentimientos, valores, expectativas y optimismo.
- Sus miembros entienden que cada integrante es único y procuran su independencia y sus intereses individuales, además de fomentar su independencia en el contexto familiar.
- Construye un mecanismo para las sanas discrepancias. Los padres ponen límites y no imponen verdades sino que muestran las razones y son coherentes.
- Tiene sabiduría, vínculos con el pasado y el futuro y un lenguaje común que comparten con la familia y amigos.
- Promueve experiencias sin conexión a Internet en las que los niños pueden experimentar y cultivar la relación consigo mismos, el estar a solas y la conexión con la naturaleza.
Para saber más de Catherine Steiner puedes consultar su página: http://www.csadair.com/. Ahí podrás consultar sus propuestas de cómo hablar con tu hijo si decidiste que es el momento de darle un teléfono celular.
Habitualmente, cuando alguien hace una pregunta espera una respuesta, y si la respuesta es clara y, de preferencia, corta, se tiene una sensación de satisfacción inmediata. Si alguien espera una respuesta de ese tipo a la pregunta que aparece en el título de este escrito, es momento de que suspenda la lectura.
En las escuelas Waldorf, una preocupación habitual es cuál es el papel de los padres, qué deben saber de pedagogía, cómo lograr una coherencia entre lo que los niños viven en casa y lo que viven en la escuela. En medio de todo ello, surge la pregunta: ¿para ser un "papá Waldorf" debo estudiar Antroposofía? La Antroposofía es un camino de conocimiento y, como tal, debe ser elegida libremente. No puede imponerse y, al no ser un dogma, no puede ser un requisito para participar de la comunidad escolar. Hasta allí, la respuesta parecería "no, no es necesario que los padres estudien Antroposofía"; pero el asunto es más complejo.
El currículum Waldorf responde a un profundo conocimiento del ser humano. El qué, el cómo y el cuándo de cada uno de las cosas que los alumnos aprenden en las escuelas Waldorf responde a ese conocimiento. Desde luego, la tarea de los maestros es comprender cabalmente el trasfondo de lo que están enseñando a los niños, y es tarea de los padres confiar en los maestros. Confianza, ésa es una palabra clave en la relación de los padres con los maestros de sus hijos.
Más allá de la confianza y del sentimiento de "qué bonita pedagogía" está la cuestión de cómo lograr la coherencia escuela-casa. Hay algunos padres disciplinados que siguen las sugerencias e indicaciones de los maestros sin cuestionar demasiado de dónde surgen esas indicaciones, y eso está muy bien para ellos. Hay otros que requieren más información y sólo cuando la tienen están en posibilidad de entender la etapa de desarrollo de su hijo, la importancia del ritmo, del sueño, de la imaginación, y entonces, actuar en consecuencia.
Hay todavía otros padres: los que están interesados en involucrarse aún más, no sólo en el paso de sus hijos por la escuela y en intentar ser coherentes en casa, sino además en involucrarse con la escuela y con el movimiento Waldorf. Padres convencidos de que todo esto merece la pena no sólo para sus hijos en particular, sino para todos los niños, para la humanidad. Para ellos, el estudio de la Antroposofía abre caminos muy amplios de desarrollo, cuyo reflejo verán también en sus hijos, en su relación con los maestros y la comunidad, en su vida. Así pues, cada quien debe responder a la pregunta.
Fuente: Al alba, revista sobre educación Waldorf. Año 1, no. 2, septiembre, 2007. p.8
por Yolanda Mújica
Torin Finser[1]
Parece que fue hace poco cuando comencé como maestro. El inicio de cada ciclo escolar aún me trae un eco reminiscente de ese sentirme como principiante. Yo tenía 22 años, era idealista, ingenuo y tenía la total disposición de hacer las cosas bien. Gran parte de mi tiempo de preparación lo destiné al plan de estudios, aunque también hice visitas a casas y entrevistas a otros maestros acerca de los niños que iba a recibir. Mirando hacia atrás, a mis primeras semanas, me viene a la cabeza la frase: “Dios, ¿cómo pude manejarlo?”
Muchos de los padres de mi primer grupo tenían la edad como para poder ser mis padres biológicos. Algunos de ellos intentaron darme consejos, muchos estaban desconcertados y muchos probablemente se preguntaban si yo duraría. Sin embargo, por encima de todo, todos eran amables y comprensivos. Cuando me enfrenté a un niño que se frustraba fácilmente, su padre, gerente de una planta local, tranquilamente me explicó que su hijo actuaba igual en casa y que todo lo que necesitaba era un “tiempo fuera” en el entretiempo de las tareas asignadas. Otra madre me ayudó a entender que su hija tenía muy presente su identidad judía y que a menudo explotaba en llanto ante una injusticia. A veces parecía que los padres me acogían con el mismo compromiso con que yo había acogido a sus hijos.
Torin Finser
Mi hijo mayor, Thomas, comenzó su educación preescolar en 1985. Desde entonces, no he dejado de ser un padre con un hijo en edad escolar, un lapso de casi 30 años. ¡Cuando nuestro hijo menor, Ionas, se gradúe en 2018 habrán transcurrido 36 años! He aprendido más a lo largo de este camino que en cualquier curso o grado. La paternidad ha tenido un profundo efecto en mi vida, y continúa teniéndolo, ya que incluso mis hijos mayores continúan volviendo a casa por consejo y apoyo de vez en cuando. Una vez que eres padre, eres padre para siempre.
Contrario a lo que podría esperarse, nuestros hijos han asistido a una variedad de escuelas debido a mudanzas, a sus necesidades y a cambios de personal en las escuelas. Los consejos aquí vertidos se basan en mi experiencia como padre en las siguientes escuelas: Escuela Rudolf Steiner Great Barrington, Pine Hill, High Mowing, The Well School (una escuela no Waldorf privada), Conval (una escuela secundaria pública), Northfield Mount Hermon y Escuela Waldorf Monadnock. Cada una de estas ocho escuelas trataba a los padres de manera diferente y en algunos casos, como Pine Hill, tuvimos dos momentos distintos ya que Thomas, Ewen y Louisa estuvieron en la escuela en una etapa y años después, Ionas cursó ahí de preescolar a quinto grado. Lo mismo fue con Monadnock Waldorf. No es de sorprender que las escuelas cambien con el tiempo, y, al mismo tiempo (y las contradicciones están bien), cada escuela tiene su Ser particular, o presencia, que puede durar generaciones. Así, aunque mi padre se graduó de High Mowing en la década de 1950, nuestros hijos experimentaron muchas de las mismas tradiciones y cualidades que él experimentó. Encontrar la escuela ideal para un niño es una forma de arte mayor, un tema quizá para otro libro.