por Renate Breipohl
¿Qué son las “fuerzas vitales”?
Se tiene tendencia a relacionar el concepto de fuerzas vitales con la cantidad de energía, vitalidad o actividad física que presenta una persona, y aunque es cierto que las fuerzas vitales pueden manifestarse en cierta manera entre estos aspectos, obtendremos una descripción más precisa si consideramos primero las fuerzas vitales en la naturaleza y después nos volvemos a fijar en el ser humano. El contenido mineral de la naturaleza se ha investigado en profundidad a través de las ciencias naturales. La naturaleza, en lo que concierne al mundo vegetal, está compuesta de aire, luz y del calor del sol; estos elementos son los que hacen posible la vida en la tierra y son condición necesaria para plantas, animales y humanos. La investigación científica no ha sido capaz de explicar el fenómeno de la vida, pero podemos hacernos una pequeña idea si observamos el crecimiento de las plantas: el desarrollo de una semilla hasta convertirse en flor, o el equilibrio de fuerzas que tiran hacia abajo y empujan hacia arriba. Se esconden muchos secretos en el crecimiento de un niño. Llamamos “fuerzas vitales” a todo lo que funciona entre bastidores para sostener a un organismo vivo, lo hace crecer y evita que caiga en la condición del mundo mineral, que es la condición de la muerte.
La pedagogía Steiner considera las fuerzas vitales como una parte del mundo espiritual que trabajan en beneficio del ser humano. Y creemos que el ser humano está conectado con el mundo de las plantas y sus ritmos, a través de las fuerzas vitales.
¿Por qué es importante ser consciente de las fuerzas vitales de los niños pequeños?
Desde el nacimiento hasta los siete años de vida, en el cuerpo de un niño pequeño tienen lugar procesos formativos, constitutivos y de crecimiento únicos. Cuando nacemos, los huesos, los órganos internos, los sentidos y el cerebro todavía no han alcanzado su forma final; el cerebro perfecciona su forma hasta que cumplimos cuatro años, los ojos no maduran hasta los ocho, el corazón y la circulación sanguínea siguen desarrollándose hasta los dieciséis y los huesos crecen hasta que cumplimos los veintiún años. Durante los primeros siete años de vida se hace especial hincapié en la formación de los huesos y órganos internos, seguido de un crecimiento hasta los veintiún años, con otro fuerte periodo formativo alrededor de la pubertad.
Desde un punto de vista espiritual, es muy importante no interferir en el funcionamiento de las fuerzas vitales durante la niñez, ya que estas actúan para conseguir la forma final individual del cuerpo físico. Hay que tener cuidado en que las fuerzas vitales no retrocedan antes de que finalicen su trabajo, ya que ello podría derivar en la debilitación del cuerpo físico, lo cual haría difícil sostener el intelecto, las sensaciones y la fuerza de voluntad del niño más adelante.
¿Cómo podemos reconocer el trabajo de las fuerzas vitales y saber si son fuertes o débiles?
Es más fácil ver los efectos de las fuerzas vitales en un bebé. En ellos encontramos una gran dulzura, su piel rosada y sentimos la atmósfera especial que hay en la habitación de un bebé: una aureola alrededor del bebé que irradia vida y calor. Los bebés y los niños pequeños pueden tener una constitución delicada o robusta, dependiendo de varios factores pero todavía no deberían tener aspecto huesudo, duro o anguloso.
La forma redondeada y la “jugosidad” es característica de los niños hasta la edad en la que empiezan a ir al colegio; cuando las fuerzas vitales han terminado sus principales tareas en el cuerpo físico y la mayoría de ellas están liberadas para empezar nuevas tareas. Al comparar las características faciales de un niño de primer año al principio del curso, con las de un niño de segundo año a final de curso, resulta obvio lo distintos, angulosos e individuales que son sus rostros.
Cuantos más mayores nos hacemos, más nos secamos de forma natural. Pero algunos niños lo hacen muy pronto; parecen haber perdido la aureola de la calidez, la naturaleza acuosa, en cierta manera parecen haberse endurecido y tensionado. Es importante prestar atención a estos fenómenos, ya que a menudo se derivan de las condiciones de la vida moderna, las cuales pueden ser muy variables. Además, también es importante distinguir si es debido al debilitamiento de las fuerzas vitales o a las características individuales de tamaño, complexión o carácter. Un niño con fuerzas vitales fuertes no va a correr más y ser más deportista que un niño con fuerzas vitales debilitadas. El nivel de actividad física depende también de la constitución física y de aspectos del desarrollo emocional y social. A menudo, que un niño dé la impresión de tener actividad interior mientras juega, que muestre capacidad de concentración, independencia y autosuficiencia, es una señal fiable de que sus fuerzas vitales son saludables. Por otra parte, que el habla y el intelecto se desarrollen pronto puede ser una señal de que las fuerzas vitales ya han acabado con su trabajo en el cuerpo físico y están siendo utilizadas en la vida del alma.
Entre esos niños que se desarrollan pronto intelectualmente, a menudo se observa que tienen un color de piel pálido y que no se mueven con fluidez ni agilidad. Esos niños parece que estén reprimidos y a menudo no son conscientes de los movimientos de sus pies y manos. Este hecho nos transmite un mensaje importante: el pensar y el trabajo intelectual consumen las fuerzas vitales. Cualquiera que haya observado cómo los estudiantes se preparan para los exámenes puede confirmarlo: se les ve agotados, como si se les hubieran consumido las fuerzas vitales. Y esto no es más que la confirmación de que existe una polaridad de fuerzas: fuerzas de la vida y de la muerte. Sin embargo, en relación con el niño pequeño, cualquier cosa que se preste a endurecerles o a debilitarles, se le tiene que dar un seguimiento minucioso e intentar minimizarla. La vida moderna tiene demasiadas fuerzas mortales.
¿Dónde se encuentran las fuerzas mortales que perjudican a nuestros hijos?
- Las fuerzas mortales actúan sobre todo aquello que limita el deseo natural del niño de moverse y estar activo.
• Donde hay vida, hay movimiento, movimiento rítmico.
• Piense en la televisión desde este punto de vista: solo se mueven los ojos, el resto del cuerpo está inactivo.
• Piense en montar en bicicleta durante los primeros años: los movimientos que se realizan son limitados, cuando el cuerpo debería estar tan activo como cuando caminamos.
• Falta ritmo en la vida diaria y esto lleva al niño a un estado de consciencia, en lugar de permitirle fluir y ser activo en una estructura familiar coherente.
Sin embargo, hoy en día se da mucha importancia a la comunicación verbal de los niños a edades tempranas, así como al desarrollo temprano de sus habilidades intelectuales. Pero si se separa al niño de su conexión de ensoñación con la vida que le rodea, su vitalidad puede sufrir por ello. Incluso, el simple consejo de “sal fuera a jugar”, puede que tampoco satisfaga la vitalidad del niño. Seguro que hay espacio para que se mueva, pero no hay garantía de que el movimiento sea de calidad; el niño necesita a un adulto que le proporcione un espacio protegido, preferiblemente en el interior, y le ofrezca una variedad de estímulos y oportunidades de juego que partan del interior del niño. - Las fuerzas mortales llegan a nosotros y a los niños a través de la tecnología moderna.
Podríamos decir que un ordenador es el pensamiento humano preservado. Su invención y perfeccionamiento en las últimas décadas es el resultado de un rápido incremento de la capacidad intelectual del ser humano moderno. En comparación con la acción de pensar, manejar un ordenador consume más fuerzas vitales. El propósito de esta afirmación no es el de volver al pasado, sino crear consciencia sobre la necesidad de compensar el tiempo que pasamos frente al ordenador. Y, sin ninguna duda, los ordenadores y el entretenimiento que traen consigo son veneno para los niños ya que contrarrestan tanto el trabajo que realizan las fuerzas vitales en el cuerpo físico, como el desarrollo creativo del pensamiento, el cual, en la edad adulta, depende de fuerzas vitales fuertes. De manera menos llamativa tenemos a nuestro alrededor otra tecnología: los electrodomésticos. Con un simple botón se han reemplazado una gran cantidad de movimientos y acciones por lo que, por el bien de los niños y de sus necesidades naturales, quizá debamos volver a introducir algunos “trabajos manuales” en el hogar para así satisfacer el desarrollo del niño.
3. Las fuerzas mortales se encuentran en los juegos destinados a los niños.
Sin duda, esto es más evidente en la gran variedad de juguetes relacionados con la guerra y las agresiones, pero menos obvio en juguetes “educativos” diseñados desde el principio para dirigir el pensamiento del niño hacia los conceptos abstractos. La televisión o el video, como formas de entretenimiento no permiten al niño distinguir entre la realidad y la ficción. Lo conectan con un mundo que es irreal y lo alejan de experiencias de la vida real y del deseo natural de responder de forma activa. En contraposición, los niños se vuelven pasivos, “muertos”, inquietos y agresivos. Este fenómeno es ampliamente conocido y motivo de preocupación para muchos educadores.
4. Las fuerzas mortales se encuentran en la destrucción del medio ambiente a nivel mundial, en las guerras y en los procesos destructivos que se dan en la sociedad.
Es sorprendente cómo los niños pequeños absorben estos hechos de destrucción aparentemente “del aire”, incluso si no han visto las noticias o no han escuchado las conversaciones de los adultos. No hay forma de proteger totalmente al niño de ello, pero el contacto puede minimizarse y equilibrarse mediante experiencias que transmiten el amor y la moralidad de las fuerzas espirituales que también actúan en el mundo.
¿Cómo podemos cuidar las fuerzas vitales del niño para poder contribuir a su salud y bienestar?
1. Ritmo (la necesidad de ritmo).
Una de las primeras cosas en la que debemos fijarnos para fortalecer las fuerzas vitales es el ritmo de la vida diaria. La naturaleza está llena de ritmo: en el crecimiento y la muerte de una planta, en el día y la noche, en la sucesión de los meses y las estaciones del año. Pero también en el cuerpo físico del hombre, en la respiración, en los latidos del corazón o en la digestión. El ritmo de la vida diaria ya no se desarrolla de manera natural y, sin embargo, los niños necesitan el ritmo como el pan de cada día para su salud física y emocional. No pueden establecer y mantener el ritmo por ellos mismos, necesitan que el ego del adulto lo haga por ellos ya que su propio ego todavía no es el “jefe de la casa”. En la guardería, la maestra es la responsable de organizar el día, la semana y el año, así como también lo es de los ritmos de inhalación y exhalación en las actividades diarias, y de la expresión de la contracción y expansión a lo largo del año. En casa, la madre o el padre pueden hacer lo mismo para estructurar la vida familiar de manera que haya tiempos y rutinas para levantarse por la mañana, irse a la cama, para determinar “cómo se hacen las cosas en la familia” y para la celebración de fiestas. El ritmo nos permite respirar, sentirnos seguros, abrirnos y desarrollarnos.
2. Comidas y fiestas.
Las comidas son otra oportunidad para alimentar las fuerzas vitales. La familia, como organismo vivo, necesita la polaridad de dispersarse y juntarse. Ir todos en la misma dirección parece fácil, pero mantener unida a la familia y ocuparse de la alimentación de cada miembro hay que asumirlo como una responsabilidad especial. Las horas de las comidas, y en especial de la cena, son oportunidades maravillosas para lograrlo y deben considerarse como pequeñas fiestas del día.
Si se da de comer a los niños en la cocina mientras la madre sigue cocinando la cena del padre o hace otras tareas del hogar, se quita mucha de la alegría de comer y la participación de la totalidad del niño. La manera de presentar la comida y la atmósfera que la envuelve influirá en las fuerzas vitales del niño así como en su bienestar emocional. Compartir una comida es un acontecimiento social y no debería ser interrumpido con otras cosas como ver la televisión o escuchar la radio. No hay duda de que las condiciones laborales y las circunstancias particulares pueden dificultar las comidas conjuntas, pero en estos casos es preferible que un adulto coma con el niño en lugar de dejarlo comer solo. Muchos de los malos hábitos alimentarios como levantarse de la mesa y correr a su alrededor, comer solo la mitad o comer de manera irregular están relacionados con la forma en como las familias organizan las comidas y, en consecuencia, pueden causar trastornos alimentarios en el niño.
3. Mantener la “envoltura etérica” intacta.
Recordemos la tarea más importante que tienen las fuerzas vitales en la niñez: la formación final de los huesos, los sentidos, los órganos internos y el cerebro. De forma visual se podría decir que hasta la aparición de los dientes definitivos, a los siete años, se debe proteger al niño de las influencias que puedan dañar las fuerzas vitales, así como sucedía cuando estaba protegido físicamente en el útero de su madre antes de nacer. Esta protección que rodea al niño la llamamos “envoltura etérica”, una especie de útero espiritual del que emerge el niño al final del primer período de siete años de su vida con nuevas e independientes fuerzas del alma, con pensamientos, sensaciones y voluntad. Aunque ya están presentes antes de esa etapa, estas fuerzas del alma no están listas para tener acceso a ellas desde fuera (como el feto que todavía no puede existir fuera del útero). Los padres deben ayudar a prevenir que las fuerzas vitales nazcan prematuramente antes de este “segundo nacimiento”.
Aunque los padres pueden sentirse orgullosos de las capacidades verbales
o intelectuales tempranas de sus hijos, pueden elegir de manera consciente abstenerse de estimular estas habilidades mediante conversaciones como las de los adultos. El intelecto del niño puede emerger demasiado temprano de la envoltura etérica. El niño despierta la consciencia de manera prematura y se le separa demasiado temprano de la armonía del “yo y el mundo”. Los niños que han pasado por esta experiencia a menudo tienen dificultades para imitar, no pueden entender en su interior qué está pasando a su alrededor o transformarlo a través de su propia actividad. Mediante juegos, se practican el intelecto y el habla dentro de la envoltura etérica. El habla acompaña el proceso del juego, que sigue apareciendo en el estado del sueño.
Se puede ofrecer a los niños la experiencia de disfrutar del habla sin despertarlos. Recitar rimas infantiles o poemas de acuerdo con su edad es una buena forma de hacerlo. Los niños pequeños viven en el ritmo y el sonido de la poesía y no tanto en su significado. Así, absorben profundamente el arte en su ser, pero no de forma intelectual y forman la base emocional para la comprensión intelectual posterior. Como primer paso en un proceso como éste, que cuida de las fuerzas vitales, podemos evaluar qué tipo de comunicación verbal se produce en casa y qué parte se dedica a las explicaciones, las negociaciones o las discusiones. Desde ahí, se podría hacer un esfuerzo consciente para satisfacer el nivel de desarrollo en la comunicación del niño. La vida familiar puede ser más fácil si eliminamos las largas discusiones sobre lo que puede estar bien, sobre “lo que se debe hacer y lo que no” y “el porque es así”. Un simple “ahora lo vamos a hacer de esta manera” puede ser un alivio para un niño que de todos modos quiere confiar y seguir a una persona a la que quiere.
En la guardería rara vez nos acercamos directamente a los niños. El lenguaje vive en las historias, los ritmos y los poemas, pero no se cuestiona sobre lo que ha hecho el niño y no se dan muchas explicaciones; tampoco hacemos que el niño piense sobre acontecimientos pasados o recuerde historias. Algunos niños se saben muchos poemas de memoria pero no los recitan hasta que, de repente, a raíz de una palabra o una visión activan su memoria y lo recitan entero. Con paciencia y respeto esperamos hasta que el niño lo termina y no le pedimos que recuerde lo que queríamos saber.
Nuestros niños son un regalo maravilloso. Sin ellos sentiríamos progresivamente la muerte a nuestro alrededor. Con cada niño un nuevo impulso vital viene al mundo y nos sostiene tanto a nosotros como al mundo. Tenemos la gran responsabilidad de ayudar a los niños a utilizar de manera correcta las fuerzas vitales que han traído con ellos desde el mundo espiritual.
Artículo traducido por Laura Gutiérrez Jansen y revisado por Esmeralda Casanovas dentro de la iniciativa PerMondo, con ayuda de la agencia de traducción Mondo Agit, que ofrece traducciones del inglés al español. Artículo publicado en: ww.waldorflibrary.com/articulos-en-espanol/1275-cuidar-las-fuerzas-vitales-de-los-ninos-pequenos