El lenguaje pictórico e imaginativo es un tema fundamental y distintivo de la pedagogía Waldorf.
A lo largo de toda la primaria, el elemento pictórico se antepone a la terminología abstracta. Los elementos imaginativos tienen la virtud de crecer a medida que el niño va modificando su comprensión del mundo. Siempre que convenga, el maestro hace uso de imágenes cuando ha de hablar a los niños. Los más pequeños, hasta a los ocho o nueve años, requieren imágenes concretas que evocan fuertes impresiones sensoriales en la imaginación, como, por ejemplo, en una narración: "lágrimas cálidas y saladas caían por las mejillas de la princesa, resbalando como la lluvia en las ventanas llenas de polvo, goteando desde la barbilla y haciendo manchas oscuras y húmedas en su vestido gris."
Los niños avanzan desde una conciencia imaginativa, pictórica, a procesos de pensamiento más abstracto e intelectual. Esa transición tiene lugar después de los diez años, cuando comienza a emerger la facultad de pensar en términos abstractos y más tarde, causales. El elemento pictórico no solo es relevante para las historias. Las instrucciones e indicaciones en el contexto del aula pueden darse en forma pictórica.
Habríamos de educar a los niños de manera que todos sus conceptos fuesen capaces de crecer, y que sus conceptos e impulsos volitivos fuesen realmente vivos. Eso no es fácil, pero la educación artística puede hacerlo. Los niños tienen un sentimiento distinto cuando les ofrecemos conceptos vivos en lugar de conceptos muertos, pues ellos saben, inconscientemente, que aquello que se les da crece con ellos, igual que los brazos crecen con el cuerpo.
Rudolf Steiner