Las clases de danza buscan integrar el movimiento corporal con movimientos que salen del interior del alma, creando así una relación armónica entre el elemento anímico y espiritual, por una parte, y el corporal, por la otra. La danza cultiva una integración y una armonización del organismo motor con el ámbito afectivo y estético del alma.
Cuando los jóvenes trabajan en grupos, deben concentrarse en su propio movimiento, a la vez que desarrollan la capacidad social para sentir los movimientos del grupo como conjunto. Cuando ambos funcionan, gozan de su participación en este flujo natural de movimiento. Ser capaz de moverse de una manera armoniosa y coordinada en compañía de los demás requiere no solamente percepciones periféricas, sino también disposición a permitir que los otros tengan su propio espacio.
En noveno grado se presenta a los jóvenes distintos ritmos, entre ellos, el vals que bailarán en su ceremonia de graduación, pasando por salsa, cumbia, rock, entre otros.