En esta etapa la observación se vuelve parte importante del proceso de aprendizaje, se introduce el método científico y el joven comienza a trabajar una relación más objetiva con el mundo exterior. Observar sin juzgar, no dejar que nuestro pensamiento interprete lo que vemos, sino permanecer fiel a la realidad requiere un dominio riguroso de la percepción y es la base del dibujo. La observación es un proceso complejo que se aprende: reproducir un objeto de manera correcta, examinar los rasgos de una cara para hacer un retrato realista, pintar un paisaje etc.
A los jóvenes púberes se les inicia en la técnica del claroscuro, con toda la rica gama de tonos intermedios que nos permite realizar un estudio sobre el volumen en el dibujo hasta llegar a octavo y noveno grado con el extremo del alto contraste y terminar, finalmente, con el color con una mirada más enriquecida.