La pedagogía Waldorf se diferencia de otras pedagogías alternativas en tres elementos fundamentales: el ritmo, el alma social y el arte como medio de transmisión del conocimiento.
En esta pedagogía se asume que el ritmo de trabajo cotidiano lo estructura el maestro; el adulto, más que un guía, es un instructor que proporciona al niño y al joven, mediante la secuencia de actividades de expansión y de contracción, un modelo ordenado y preciso que orienta su actividad.
Se busca despertar su voluntad consciente, en otras palabras, se organizan actividades que, partiendo de la motricidad gruesa y fina, le lleven gradualmente a desplegar movimientos cada vez más complejos como saltos, giros, malabares, alternancias y secuencias al tiempo que habla, recita o canta para procurarle así la destreza para observar y observarse; recapitular las imágenes compartidas el día anterior, recrear y crear formas bellas y verdaderas que viven en su entorno, ya sea mediante rondas y escenificaciones, ya en dibujos, pinturas y manualidades, ya en textos elaborados por él mismo donde reseñe sus vivencias, plasme sus sensaciones e identifique sus ideas.
El maestro procura atender con precisión las necesidades motoras, anímicas e intelectuales del niño según su etapa de desarrollo específica, en un proceso dinámico y continuo, pero graduado en diferentes niveles: septenal, anual, estacional, mensual, semanal y diariamente.
Sabemos además que el yo infantil, si bien pleno de fuerza transformadora, es aún incipiente, por lo que necesita modelos estéticos y éticos donde apoyarse. En la pedagogía Waldorf estos últimos modelos se identifican en el alma social; las actividades tienen entonces un carácter esencialmente grupal que cobija y robustece la individualidad a partir de la igualdad y la fraternidad compartida día a día. Los estéticos son llevados al niño por el arte.
La didáctica en la pedagogía Waldorf está basada en el arte como medio de comunicación y transmisión del conocimiento. Con esto se procura el dominio de la técnica suficiente para conquistar la capacidad de expresión personal. La disposición de los materiales, su utilización precisa, la constancia en el esfuerzo diario devienen en la búsqueda creativa, pero firmemente regulada; no hay libertad sin límites.